Hace unos días, mientras pasabas un trapo húmedo por los entrepaños de los libreros, caíste en cuenta de lo mucho que has abandonado tu espacio. El polvo, los objetos fuera de lugar y su amontonamiento, te lo estuvieron echando en cara mientras limpiabas.
Al pasar la mayor parte del día fuera de casa poco a poco olvidaste el entusiasmo con que conformaste tu espacio vital. Sin embargo, mientras acomodabas los libros en sus respectivos entrepaños, te vino a la cabeza aquella ocasión cuando encontraste cerca de tu lugar de trabajo una pequeña biblioteca pública donde, como si te hubiesen sacudido el polvo de la memoria, volviste a conectarte con la disposición necesaria para comenzar el estudio o realizar una lectura -cosa que infructuosamente has conseguido en el cachito de México donde te tocó vivir.
Pero en ese momento, ante el polvo de los libreros, te has dado cuenta de que estás dejando una buena parte de ti en el olvido. Y cual reflejo condicionado, recordaste la escena de esa película argentina llamada "Lugares Comunes" en la que, en un momento de tensión, el personaje principal, de visita en Madrid, le reclama a su hijo por haberse traicionado a sí mismo. Lo acusa de haberle dado la espalda a su amor por la literatura al granjearse un trabajo en el campo de la informática, aunque eso sí, con una buena paga en Euros. El hijo argumenta que fue una decisión que tomó “pensando en el futuro”. El padre replica que "el futuro" es una trampa inventada por el sistema para infundir miedo a los individuos y mantenerlos sometidos para siempre. He ahí la razón por la que mucha gente decide no ir detrás de sus sueños.
Estas cosas te vienen a la cabeza justo cuando te encuentras en momentos de difíciles decisiones. No deseas echar por la borda ese año y fracción que pasaste en el Estudio de Arte Guitarrístico; tampoco quieres abandonar tu grupo de teatro, ni mucho menos darle la espalda al estudio de las lenguas romances. Pero la necesidad de sufragar los gastos del día a día con frecuencia te impelen a dejar de lado las actividades que te han proporcionado grandes satisfacciones. En ese sentido, el hecho de abandonarlas –y ha de recalcarse: abandonarlas- en pos de un poco de plata constituye una traición a uno mismo.
Has de buscar la forma de repartirte entre tantas actividades e intereses, a pesar de que con frecuencia desees que el día terrestre tenga más horas y que no te llegue un sueño tan avasallador cuando den las doce. Sólo queda eso: el consuelo de saberte capaz de administrar tu tiempo.
Por otra parte, aunque tengas que seguir abandonando tu espacio y tolerar la recalcitrante presencia del polvo, sabes muy bien que la consecución de tus objetivos a corto y mediano plazo es perentoria, pues el año que viene se anuncia lóbrego e incierto.
4 comentarios:
Hola, Resih Umar, ánimo! Me alegro de que hayas regresado a este tu otro rinconcito olvidado. Pues no sé ni qué decirte, ya que me siento identificada con tus reflexiones acerca del tiempo y los sueños y las auto traiciones. Te escucho y te comprendo.
Por cierto,te contesté el correo que me mandaste pero no sé si lo mandé a tu mail o al de wordpress. Lo confirmo aquí de todos modos: vivo en Pachuca y la situación laboral está por los suelos como en todo el país.
Saludos, y no te pierdas tanto tiempo!
Becca
Hola, Becca.
Disculpas por responder hasta ahorita y muchas gracias por el comentario.
Sí, en algunas entradas de tu blog encontré puntos en común respecto a las cuestiones laborales y aspiracionales -si es que se puede decir así.
Como lo he mencionado aquí, uno sin querer empieza a dejar en el olvido ciertas cosas y el blog, por desgracia, es una de ellas. Sin embargo, sigo buscando un tiempo para compartir unas palabras en este espacio. Y es agradable saber que hay quien se identifica con los temas abordados.
Gracias por tu respuesta, desde que leí tu post "Ventajas de vivir en un pueblo de diez casas" -y algunos otros más-, me entró mucha curiosidad sobre el lugar desde donde escribías.
Gracias de nuevo. Hasta pronto.
Aquí un omentario un tanto estúpido.
Pero es que me ha pegado con tubo. Un día yo tuve un sueño y este se relacionaba con la literatura, bien lo sabes. Hoy gasto mis horas entre asuntos binarios y un tanto tecnológicos. No sé qué pasó con aquel sueño. De repente volteo y está allá atrás, como tu cuarto, cada vez más lejano y lleno de polvo. ¿Dónde quedaron esos viejos intereses? No lo sé. Pero es que tengo que comer y tengo que "hacer" o fabricar cosas materiales para no verme asediado por las lenguas viperinas. En esta existencia que nos tocó vivir hay que construir apariencias para no ser vilipendiado. Creo que por eso comienzo a vivir cierta nostalgia, la cual atribuía al paso del tiempo, pero ahora que leo esta entrada caigo en cuenta dónde radica el origen de la misma. ¡Uf!
Alejandro Larracilla dixit
Salve.
De entrada no sé que pasa con esta vaina. Hace poco habilité la función de moderación de comentarios, pues a algunos sujetos le ha dado por dejar anuncios de viagra, pildoritas mágicas para adelgazar y cosas así. Sin embargo, tardíamente me apareció la ventanita con los comentarios dejados y entre ellos apareció el tuyo, el cual respondo con varios días de retraso.
Pues la verdad hasta ahora sé qué dificil es darle continuidad a los sueños. No creo que sea imposible si se administra bien el tiempo y así no hay lugar para sentirnos frustrados. El hecho de llegar apequeñas metas o realizar un sueño -pero estando conscientes de nuestras limitaciones- en una situación difícil, es una buena razón para enorgullecerse. Y vaya que estaríamos realizando lo que Savater alguna vez denominó: "una vida irrepetible, una vida del ahora y del nunca jamás". Voy a buscar una cita de Séneca para complementar esto último, je, je. No hay que olvidar esos sueños.
Un abrazo, caballero.
Publicar un comentario