jueves, 20 de marzo de 2008

Cosas de Semana Santa.

Una semana santa más en México. Semana de asueto y yo constipado. Cori me llama y sugiere ir a pasear al Centro. Buena idea, pienso. Me quedo de ver con ella en el Zócalo capitalino.

Llego fastidiado del hacinamiento dentro del transporte público. El sol pesa en el Zócalo. Ella llega con el doble de retraso con el que yo he llegado. ¿Todo bien?, pregunto. ¿No te sabes otra frase?, responde. Uno simplemente calla y ella sugiere que mejor vayamos a comer. Yo empiezo a sentir pereza. Ella pregunta si estoy enojado. Cansado y con gripe, respondo. Paramos frente a la "Casa del Pavo". Antes de entrar pido un jugo de naranja grande y ella, pide agua de piña. En el lugar no cabe una aguja. Después de unos minutos
finalmente entramos. Para ella pavo, para mí, bacalao. Silencios. Parece que mi estado le incomoda. Lo confirma. Le digo que esta es una situación excepcional, que es una gripe que pasará y que nuestras pláticas serán amenas como de costumbre. Ella sigue en el plan de "Ashh, no me importa". Pienso, muy a pesar mío, que tal vez estoy con alguien que piensa que te está haciendo un favor por salir contigo, que no le importa que estés agripado: Girls just wanna have fun. ¿Para qué vine?, pensé.

En el recinto un buen hombre se acompañó con su guitarra y ofreció canciones del tipo "Fonógrafo del recuerdo". Nos sirven los platos. Yo estoy prácticamente lleno con el jugo de naranja y dejo mi plato a medias. Ella continua comiendo su lonche. Silencios más y más incómodos. Se percata de que no acabaré el contenido de mi plato. Me sugiere que lo envuelva y se lo dé al señor de la guitarra lo cual me parece mala idea: ¿No crees que se ofenda por ofrecerle mis sobras?, pregunto. Ella hace gestos y chasquidos de disgusto, cosa que considero un acto de abierta hostilidad. Lo que uno saca por no avenir con la sugerencia alguien que quiere pasar por buena samaritana.

Finalmente, después de que pagamos la cuenta se canceló toda posibilidad de diálogo. Y todo por una gripe. Qué fácil se pueden deteriorar las amistades. Bien dicen que a éstas sólo se las conoce verdaderamente en la enfermedad o cuando se está en la cárcel. "Adios, que te mejores", se despidió aplicando esa fórmula de cortesía que sonó forzada. Y ahí, en la calle de Motolinía, nos alejamos el uno del otro. Me fui con una sensación amarga. E imagino que esos momentos de tensión y de mala vibra dentro de la "Casa del Pavo" bien podrían compararse con los que tuvo que lidiar INRI durante la ultima cena, horas antes de comenzar su viacrucis ante los centuriones romanos y la sordidez del populacho de su tiempo.

Imagen del post:
Cristo en madera.
Museo del Virreinato (Tepozotlán, Estado de México).
Foto: Alejandro Larracilla Baltazar.